martes, 12 de abril de 2011

Sin nombre #27

Capullo de mi ser, ¿quién te hilvanará?
En la existencia larvaria que me atormenta,
escondido en el útero de la humanidad
me arrastro cual gusano perdido en la mierda
de la fe y la existencia de la mediocridad.
Existo por decreto de un dios arrogante
que dio a mi raza poder y creación;
y yo, ente vil, grotesca marioneta,
danzo al acorde de una sinfonía degradante:
mi propia tristeza, lo inútil de mi acción.
Pues el rastro de sangre que he dejado
es mudo testigo de mi inaludible sino;
he de sufrir, llorar, con el alma en vilo
buscando a tientas un motivo, una razón,
la fe de antaño que ya he perdido,
la esperanza para enfrentar el mañana y el hoy.
Perdido en recuerdos, busco y rebusco
el momento preciso en que mi quebrantada mente
dejó de forjar ilusiones, cuando el brusco
golpe de amargura y realidad inclemente
abrió mis ojos a la miseria y humillación.
Tanteando las formas en un mundo oscuro
donde los ojos sólo son ventanas al corazón
que permiten el paso de lágrimas y frutos
del alma perdida en un mar de frustración.

Metáfora de mi vida, ¿quién te cantará?
¿Cuándo encontraré el preciso elegido
que tendrá el valor de cantar mi destino,
artera historia de un hombre vencido?

domingo, 2 de enero de 2011

El curso del tiempo.

Hace un año, poco más, desde mi última entrada.

Han pasado los días y meses; he pasado de los veintitrés a los veinticuatro, he acumulado experiencias y problemas, ideas, remordimientos y alegrías. He sido humano durante este año, nada más. No obstante, he aquí que no olvido mis pequeños rincones de la Web, y tras recobrar el servicio de Internet después de largo tiempo, quise venir a visitar y observar qué ha sucedido con mis intrascendentes historias. Cuál es mi sorpresa, cuando veo que el número de personas que leen cuanto escribo, ha aumentado. Increíble, en verdad: más cuando la ausencia y la falta de contenido han sido marca indeleble de este blog. Mil disculpas por eso.

Empezamos apenas ayer un nuevo año. Dos mil once. Suena incluso fatídico, y hay sobradas personas que creen estamos a 365 días del fin del mundo (yo no coincido, uno no se muere hasta que quiere, sino hasta que puede). Junto con los propósitos habituales de año nuevo, esos que muchas veces ni siquiera recordamos cumplir, me recordé a mí mismo por qué las letras son mi hogar. Parte de mi esencia. Y, sin embargo, lo he dejado de lado, dedicando más tiempo a las minucias cotidianas e, incluso, a la vulgar pérdida de tiempo sin sentido. Quisiera remediar eso. Este blog empezó como una voz de descontento ante lo que yo considero, es una realidad sumamente cruenta; en ocasiones también funcionó como válvula de escape o simple desahogo. Es por ello que resulta entrañable encontrar gente que expresa sus opiniones sobre lo que tengo que decir, aún cuando no esté de acuerdo. Y eso también es una buena razón, para intentar darle seguimiento.

Soy malo cumpliendo promesas; considero que eso quedó ya manifiesto, je. Pero haré lo posible, seguiré viniendo, esperando encontrarme con sus ideas y opiniones, que son las que realmente hacen que valga la pena seguir escribiendo. Nunca pensé en este lugar como un ataque; en mi propia cruzada, y siguiendo el verdadero propósito de mi existencia (que, creo yo, debería ser el de cada ser humano que traza su senda vital por este trozo de roca interestelar que llamamos Tierra...), solo quiero dejar un mundo mejor que el que encontré al llegar.

¡Feliz año nuevo a todos!